“Cuando comenzamos el Liceo, mi principal intención fue que los niños tuvieran un colegio que los hiciera sentir seguros, que les despertara interés, gusto, que los adultos los conocieran, los acogieran, los acompañaran en su crecimiento; que el colegio no solo les abriera el mundo del conocimiento y de la cultura, sino que también los formara en la veracidad, en el cuidado de los otros, que perdieran el miedo a equivocarse. Con el pasar de los años he podido comprobar con satisfacción que nuestra propuesta educativa había convertido a muchos de nuestros exalumnos en hombres y mujeres más fuertes, pero también en personas empáticas, sensibles y honestas”.
“Comencé mi camino en la educación inspirada por la emoción que me provocó un niño que conocí. Hoy, esa misma emoción me impulsa al ver los ojos asombrados de los niños que descubren el mundo en un patio, en un cuento, en un juego. Y de los jóvenes que se transforman en adultos encontrando nuevos caminos en estas aulas.”
“Me parecía importante crear un lugar donde niños y padres sean escuchados desde sus distintas expresiones y su manera particular de ser. Sentía muy fuertemente la idea de una escuela democrática donde las voces no sean uniformes, donde todos los aportes sean valorados.”
“La práctica pedagógica se presenta como un desafío entre el saber, el aprender y el espacio a la singularidad que cada uno de nuestros alumnos necesita para alojarse en la escolaridad.”